Estas primeras líneas van para aquellas personas que me
siguen y requieren de mi perdón por el abandono que ha caído sobre esta
dirección web. Se que tengo mucha gente que me sigue, gente que me ve por la
calle y me dicen que les gusta lo que hago. A mis familiares, a mi gente más
cercada y a gente de Madrid por supuesto que han llegado a mis oídos, que no tengo el gusto de conocerlos,
pero compartimos algo muy grande.
La incertidumbre que nos pesa, a veces nos agota. Nos
asfixia hasta el punto de inflexión que yo lo llamo, que nos hace darnos cuenta
de que nada nos puede parar.
Yo creo que esa es la verdadera condición humana.
Retos que se nos ponen por delante, ahora mismo por ejemplo,
el mío, reto de escribir y que me guste, ya no que os guste a vosotros, porque
eso es lo último en lo que verdaderamente pienso. Que me guste a mí, que es lo
verdaderamente complicado. Cuando se trata de nosotros mismos nos ponemos muy
“tiquismiquis” y a veces es complicado acabar bien las tareas que nos
propongamos. Desde que nos despertamos vamos superando obstáculos, ahora mismo convertidos en rutina, pero
siguen estando ahí. El mío por ejemplo, cuando quiero tomarme un café y está la
cafetera usada y sin una gotica de café. Siguiendo por ejemplo, si quiero
ponerme zapatillas de deporte y no tengo calcetines blancos limpios. Y sin
duda, pasando por un sin fin más, el más
complicado, sentirme realizado con mi familia y entorno.
Se trata del reto de sentirnos útiles.
La utilidad, bajo mi parecer, siempre ha estado ligada con
la eficiencia y el trabajo que cada uno puede ofertar y realizar.
Yo ahora mismo me siento realizado, útil, porque me voy a
dormir sabiendo que he hecho algo que me gusta. De igual modo pasa con la
preparación a una oposición, con la
educación de tus hijos, con el buen jornal en el trabajo.
Para los que no me conozcáis, soy joven, estudiante, 22 años
y currante, pero se me turbia la cabeza cuando pienso que aún no he hecho nada
con mi vida, y se me olvida que soy eso, un joven de 22 simples años.
Volvemos a los párrafos anteriores. He oído varias veces que
es mejor tener metas cortas, metas que se puedan conseguir en un corto periodo
de tiempo, para que nos incentive a llegar al clímax que deseamos en algunas
situaciones. Podemos empezar por ejemplo, por poner una lavadora de calcetines
blancos unas horas antes de acostarnos, o diciendo un simple te quiero antes de
irnos a la cama.
Esa última meta es la que yo afronto cada día, y la que más
me cuesta llevar a cabo, y no entiendo por qué. Tendría que ser lo más fácil,
pues eso siempre causa una sonrisa y sensación de bienestar para ambas partes.
Se puede decir, que mi incertidumbre está empezando a
desaparecer. Cachito a cachito y poco a poco,
me siento más ligero. Metafóricamente, cada vez voy pesando menos (porque
la verdad que literalmente desde los 15 me mantengo en 85 kg) y puedo saltar más
alto.
@desoalvi