Autocarta, y contestación. Tristemente cuando el desamor o
el whisky hacen cavidad y manipulan mis manos. Triste es esta inspiración. Pero como veréis, necesaria.
[…]Para Víctor:
Tu sonrisa y tu
corazón: que valen millones.
Esa, que es capaz de aplastar toneladas de roca. Que viaja entre las
montañas para elevarse en lo más alto
del cielo. Que es luchadora, que nada la amarga porque a ella no le sale de los
cojones. Que es reivindicadora, extremista en tu locura, persuasiva en los
momentos más complicados de la enfermedad de los 365 días. La que te mantiene a
flote cuando te estás hundiendo y nadie te echa un cable. La que no deja que te
tomen el pelo. La que brilla en la densa niebla diciendo: “eh! Aquí estoy yo!”.
La que te instruye y te enseña. La que llena de vida a los tuyos. La que no
pide nada a cambio por trabajar a tutiplén, a toda máquina. La que muy pocas
veces deja entrar a la tristeza, a pesar de que ésta golpea fuerte y
constantemente en una débil y vieja puerta rajada por todos lados. La que te
hace ser quien eres. Perdónala, porque te ha fallado.
Ese músculo, más poderoso que el tridente de Poseidón. Ese inacabable acto de
supervivencia que llena de verde gloria aquello que por vergüenza cuesta
reconocer. Ese fanfarrón, joven, constante y a la vez arrogante que te hace
levantar cada mañana. Que a pesar de tener dos ventrículos comunicados te ha
llenado siempre de vitalidad, la sangre ha corrido como si de teoría médica se tratara, te ha hecho ir con la cabeza bien alta y no has
tenido que preocuparte por nada. Que ha soportado puñaladas de amores y de
amigos, pero que no por ello se ha deteriorado. Que cada día que pasa late con
más ansias por descubrir cosas nuevas, que está seguro de que te llevará a donde
haga falta para que cumplas tus sueños. Ese que conecta tan bien con tu cabeza,
porque han sabido formar un equipo perfecto. Perdónalo, porque te ha
fallado.[…]
No pasa nada, llevaba botas de agua y al saltar el charco el
agua solamente me refrescó salpicándome en la cara. Se pensaba que me iba a
tragar. Calculé mal. Medí mal, pero confié. Me faltó poquito.
Al llegar a casa solo tuve que eliminar el barro que abundaba en mis botas para
olvidar tan desafortunado encuentro. Pero estoy seguro de que volvería a caer, si por refrescarme fuera. Creía que esa
senda iba a ser buena. Estaba casi seguro. No era como las demás. Recuerdo
otras llenas de sadra, víboras, árboles bajos y raíces que impedían el paso. Ésta brillaba de otra forma.
Olía bien, caminaba seguro. No veía ningún final, pero
porque no quería. Estaba cómodo.
Efectivamente no podía ser real. Aquellas arenas camufladas
en el camino me engullían. Tropezones y de cabeza. No era naturaleza.
Artificial. Sin sentimiento.
[...]Perdonados estáis porque me hacéis
vivir como si no hubiera mañana. Es vuestra enamorable culpa. Agradecido os estoy, por vuestra perseverancia, por la ilimitada espiritualidad que os llena. Orgulloso. Eso es lo primero.[...]
Pensaba que iba a ser diciembre
de ti. Pero al final va a ser diciembre de mí, que creo que va a estar más
interesante.