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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Diciembre de mí.

Autocarta, y contestación. Tristemente cuando el desamor o el whisky hacen cavidad y manipulan mis manos. Triste es esta inspiración. Pero como veréis, necesaria.

[…]Para Víctor:
Tu sonrisa y tu corazón: que valen millones.
Esa, que es capaz de aplastar toneladas de roca. Que viaja entre las montañas  para elevarse en lo más alto del cielo. Que es luchadora, que nada la amarga porque a ella no le sale de los cojones. Que es reivindicadora, extremista en tu locura, persuasiva en los momentos más complicados de la enfermedad de los 365 días. La que te mantiene a flote cuando te estás hundiendo y nadie te echa un cable. La que no deja que te tomen el pelo. La que brilla en la densa niebla diciendo: “eh! Aquí estoy yo!”. La que te instruye y te enseña. La que llena de vida a los tuyos. La que no pide nada a cambio por trabajar a tutiplén, a toda máquina. La que muy pocas veces deja entrar a la tristeza, a pesar de que ésta golpea fuerte y constantemente en una débil y vieja puerta rajada por todos lados. La que te hace ser quien eres. Perdónala, porque te ha fallado.

Ese músculo, más poderoso que el tridente de Poseidón. Ese inacabable acto de supervivencia que llena de verde gloria aquello que por vergüenza cuesta reconocer. Ese fanfarrón, joven, constante y a la vez arrogante que te hace levantar cada mañana. Que a pesar de tener dos ventrículos comunicados te ha llenado siempre de vitalidad, la sangre ha corrido como si de teoría médica se tratara, te ha hecho ir con la cabeza bien alta y no has tenido que preocuparte por nada. Que ha soportado puñaladas de amores y de amigos, pero que no por ello se ha deteriorado. Que cada día que pasa late con más ansias por descubrir cosas nuevas, que está seguro de que te llevará a donde haga falta para que cumplas tus sueños. Ese que conecta tan bien con tu cabeza, porque han sabido formar un equipo perfecto. Perdónalo, porque te ha fallado.[…]

No pasa nada, llevaba botas de agua y al saltar el charco el agua solamente me refrescó salpicándome en la cara. Se pensaba que me iba a tragar. Calculé mal. Medí mal, pero confié. Me faltó poquito.
Al llegar a casa solo tuve que eliminar el barro que abundaba en mis botas para olvidar tan desafortunado encuentro. Pero estoy seguro de que volvería a caer, si por refrescarme fuera. Creía que esa senda iba a ser buena. Estaba casi seguro. No era como las demás. Recuerdo otras llenas de sadra, víboras, árboles bajos y raíces que impedían el paso. Ésta brillaba de otra forma.
Olía bien, caminaba seguro. No veía ningún final, pero porque no quería. Estaba cómodo.

Efectivamente no podía ser real. Aquellas arenas camufladas en el camino me engullían. Tropezones y de cabeza. No era naturaleza. Artificial. Sin sentimiento.


[...]Perdonados estáis porque me hacéis vivir como si no hubiera mañana. Es vuestra enamorable culpa. Agradecido os estoy, por vuestra perseverancia, por la ilimitada espiritualidad que os llena. Orgulloso. Eso es lo primero.[...]

Pensaba que iba a ser diciembre de ti. Pero al final va a ser diciembre de mí, que creo que va a estar más interesante.


 

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