Social Icons

viernes, 1 de marzo de 2013

Reloj de arena.

Se pierde, se gana, lo ahorramos... Tiene un curso que ningún ser conocido puede alterar, no se puede adelantar (por muchas veces que lo pidamos en esos momentos embarazosos) ni tampoco atrasar (para poder disfrutar más y mejor de alguna vivencia), y mucho menos, guardar para el futuro.

Nos podemos organizar, dejando un pasado, un presente, y un futuro.

Del latín tempus. La palabra se utiliza para nombrar una magnitud de carácter físico que se emplea para realizar la medición de lo que dura algo que es susceptible de cambio. Cuando una cosa pasa de un estado a otro, y dicho cambio es advertido por un observador, ese periodo puede cuantificarse y medirse como tiempo.

Efectivamente, el tiempo. Hoy voy a dejarme llevar por y para este concepto.

Creo que este es un tema hermoso, nos podemos meter en infinidades de temas: la teoría de la relatividad, el conocimiento de la lengua que hablamos hacia el concepto tiempo, al memorizar algo aumentamos el desorden del universo porque producimos calor, el desorden aumenta con el tiempo porque nosotros medimos el tiempo en el sentido que aumenta el desorden, caos subyacente a toda vida, en fín, un montón de cosas muy chulas e interesantes que, para quien le pique la curiosidad, se puede leer en muchísimos artículos que circulan por la red.

Peculiarmente me quiero centrar en el transcurso vida, relación tiempo-besos de tus padres-exámenes suspensos-primera novia-emancipación-collejas de tu padre...
   
Se dice que nacemos, crecemos y finalmente morimos. La vida, nacer, crecer, reproducirse y morir. A medida que nacemos, la noción del tiempo va en decaída. Os preguntaréis que qué narices es eso que acabo de decir. Cuando somos pequeños, una edad relativa, de 3 a 12, ¡¡ el tiempo es una eternidad !! Podemos hacer cuanto queramos que nos podemos acostar tranquilos, pensando que ya no queda nada por hacer. Y cuando empezamos a ser conscientes del camino que tenemos que recorrer, poquito a poco, el tiempo, nos va diciendo adiós. Los días vuelan, y las semanas pasan cual perdíz en vuelo. Hay que prepararse los estudios, hacer de comer, comprar el pan, preocúpate de sacar al perro, hay problemas con la pareja... ¡¡ estás deseando acostarte !!, y encima sin terminar lo que tenías pendiente.

No somos capaces de encontrar esos pequeños huecos para sentirnos dueños de nuestro propio tiempo.

Hay un ejemplo muy curioso que leí hace tiempo y me gustaría compartirlo; tomando el tiempo de cada día como una  sabrosa tarta, vamos repartiendo a los demás las distintas porciones, y cuando queremos comernos nuestro trozo, únicamente quedan las migas y el cuchillo para lamer.

¿Lo habeis pillado? Bien, se que sí, pero, me gustaría compartir tambien una pequeña historia que leí por internet.
Un ejecutivo, muy ocupado con su trabajo, llegando todos los días tarde a casa, saludaba a la familia, a su hija y mujer, y se metía al despacho, a seguir trabajando. Su hija, de 5 añitos, acudía a verle, quería estar con él. Su padre siempre la regañaba y le decía que tenía mucho trabajo, que no tenía tiempo.
Esto se repíte día tras día, hasta que la niña le preguntó
- Papi, tú en tu trabajo ganas mucho dinero, verdad?
+Pues no, gano dinero pero no mucho, por eso tengo que seguir trabajando en casa.
-Papi, ¿me podrías decir cuanto ganas en una hora de trabajo?
+Hija, menudas preguntas. Por favor, déjame seguir trabajando.
-De verdad, dímelo papi!
+¿Si te lo digo dejarás que trabaje?
-Sí, dimelo y me voy.
+Aproximadamente unos 10 euros

La niña se fue a su habitación y el padre siguió trabajando, a esto que se escucha un enorme estruendo, y el padre, dispuesto a volver a regañar a la hija pensando que había roto algo, se aventura en su habitación, y ve que está sentada en el suelo con la hucha rota en mil pedazos y contando monedas.
El padre, mosqueado, iba hacia ella  a lanzarle sus gritos, pero ésta se acercó y le dijo con las manos llenas de monedas:
- Toma este dinero papi.

El padre, desconcertado, puso las manos y recogió el dinero y le preguntó:
+¿Por qué me das este dinero, hija?
-Papi, te compro una hora de tu tiempo.

Bueno, tal vez alguno de mis lectores no tenga hijos, pero creo que queda bien claro.

Tenemos que valorar nuestras preferencias, decidir cuales son nuestras metas a cumplir, qué deseo es el que no te deja dormir, a nivel personal, social o laboral, organizarnos el camino y conseguirlo. Pero ¿cuáles son tus prioridades? Yo por mucho que filosofee, por muchos renglones que escriba, por muchas noches que pase pensándolo, no podré contestarte a esa pregunta.

Óptima productividad, os suena a empresarios, ¿verdad? Direis: pf, ya con leer eso duele.  Pues bien, considera tu vida como una empresa. Gente que confía en tí, y gente que espera que no les falles (familia, amigos...) ¿No pretenderás arruinar tu empresa? ¿No pretenderás arruinar tu vida? Tenéis que saber llevar vuestras vidas sin tener pérdidas.


Por el contrario, ¿qué pasa cuando lo estás haciendo bien? (y seguro que muchos de vosotros os sentís así de bien) pues que tienes tiempo para una buena cerveza, hacer el tonto, inflar tu estado de ánimo y disfrutar.

No soy especialista en todo esto, ni quiero enseñaros nada sobre vivir vuestras vidas, que cada uno tiene lo suyo, sólamente pretendo abrir algunos ojos.

Yo siempre he dicho que es mejor programarnos el tiempo, sino la vida lo hará a su antojo.

Hay dos tipos de personas, las que te hacen perder el tiempo, y las que te hacen perder la noción del mismo. Yo me quedo con éstas últimas.


 

Sample text

Sample Text

Sample Text